Qué bien las vacaciones. Me conecto durante unos minutos y veo que un grupo de sionistas ha vuelto a las andadas en nuestro blog. El sionismo no tiene ningún sentido. Así que he decidido seguir de vacaciones.
Y ahora para todos ustedes un chiste judío. Esto es un polaco y un judío que andan juntos por algún lugar de Galitzia. El judío, que se cree más listo que nadie y que se siente con derecho a dar lecciones o a reírse de los demás, señala en el camino la todavía humeante bosta de un caballo y le dice al polaco: «Te doy diez zlotis si te comes esto». El polaco, hombre calculador como todo campesino, no tiene nada en contra de ganarse unos cuartos. «Vale», dice. Entonces frunce el ceño, resuella, pero se traga la mierda. El judío le da los diez zlotis pero poco después recapacita. Cae en la cuenta de que acaba de cometer la tontería de gastarse el dinero en nada y decide recuperarlo. A la vista del siguiente excremento de caballo, fresco y humeante, le dice al polaco: «¿Si me como esta mierda me devuelves los diez zlotis?». «Vale», contesta el otro. El judío resuella, frunce el entrecejo, pero se come la mierda y recibe de vuelta su dinero. Los dos siguen su camino, pero el polaco, al pensárselo, pregunta legítimamente: «Oye, si los judíos sois tan listos, ¿puedes explicarme por qué nos hemos comido cada uno una mierda?». En este caso el judío se quedó callado, cosa que sucede muy pocas veces.
Se puede aplicar a casi cualquier aspecto de la vida…
Ahora bien, toda vez que no hay de suyo una nacionalidad judía, sabemos que el polaco era polaco y su acompañante de confesión judía podría muy bien ser polaco. A la vista de lo bien que se expresaba en lengua polaca y lo cómodamente que calculaba en zlotis, bien pudiera ser polaco también. El chiste entonces podría quedar como: «Van dos polacos, uno católico y otro judío…»
Las moralejas se orientan hacia variass direcciones. He aquí dos:
a) Si haces comer mierda a los demás, puedes acabar por unirte al banquete.
b) Así es el mercado; tanta transacción para acabar como estabas y con una boñiga de más.
Encantado de saludarla, doña Isabel.
Encantada de mandarle un saludo veraniego, Don Txomin.
Otra más.
Los dos, el judío y el otro, se avienen a comer mierda a cambio de diez zlotis. Es la condición humana. las diferencia son contingentes y anecdóticas; en la mierda nos igualamos.